martes, 19 de octubre de 2010

La cinta blanca


La película ahonda en las pronfundidades del alma humana, en su vertiente más perversa. La maldad y el fanatismo que irradia de los personales centrales: el médico, el terrateniente y , sobre todo, del pastor, como personaje central (en su doble cara: pater familias y guía espiritual de una pequeña comunidad de "creyentes"), no tiene contención posible; se extiende, como un virus por todo el pueblo, afectando, en primer término, a su propia descendencia. Al final, no hay escapatoria, ni redención posibles y los hijos se convierten en alumnos aventajados de tan perversos maestros. El pajarito que le regala al pastor el menor de sus hijos, simboliza la pérdida de su propia inocencia, así como de su libertad, aunque el pequeño todavía no sea consciente de ello. En la conversación que mantiene el profesor -un tanto ingenuo-, con el pastor, exponiendo sus sospechas acerca de la autoría de los terribles hechos que están sucediendo en la aldea, se pone de manifiesto la maldad y la necedad del primero, al no ser capaz de reconocer que el odio de esos muchachos, -entre ellos dos de sus hijos-, y la violencia de sus actos son fruto de la perversa educación que reciben de sus progenitores, ya que si lo hiciera, estaría reconociendo su fracaso como padre y como guía espiritual. ¿Fatalismo?, sí, pero también somo seres inteligentes y podemos aprender de nuestros errores para no volver a cometerlos; si queremos, claro.

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